El kitsch y lo español
- koraarteentrometid
- 9 oct 2020
- 3 Min. de lectura

El kitsch en las Artes Plásticas es como la verruga de la mujer bella: afea o embellece. Si tiene pelos es terrible, si está situada sobre la parte superior izquierda de los labios y es negra, se convierte en un lunar de erótica sugestión para un beso.
Eugenia de Suñer.
Kitsch es una tendencia cultural nacida en el siglo XIX que hoy por hoy sigue dando mucho que hablar. La RAE hace una sencilla y, tal vez, limitada definición del Kitsch como una “estética caracterizada por la mezcla de objetos heterogéneos pasados de moda y que se consideran de mal gusto”. Planteándolo, Hermann Broch, como un sistema de imitación que mira hacia el pasado recreándolo de manera simple. España, junto a México o Japón, es uno de los países kitsch por excelencia. Sin embargo, en ocasiones nos sigue resultando difícil diferenciar lo cursi de lo kitsch. No obstante, debemos tener en cuenta que este último es agresivo, desmesurado y obsceno, no se reconforta en el sentimentalismo. Lo cursi consuela y empalaga, lo kitsch hiere y aterriza.
Lo kitsch se integra en todos los ámbitos de nuestra vida, tanto en el arte popular como en el “intelectual”, pasando por el mobiliario, la moda, representaciones religiosas y festejos. Referente histórico indiscutible son las gitanas de plástico de la Fábrica de Marín en Chiclana colocadas sobre las teles de tubo de cualquier casa española que se precie. Tópico andaluz hecho muñeca que invadió los hogares de nuestras abuelas concentrando la aparente esencia del folklore español. Motivo que sigue siendo hoy utilizado en publicidad, asociando el producto con el cliché ubicado, en este caso, en un escenario bucólico.

Reproducciones industriales, de apariencia lujosa o artística y de dudoso gusto, dirigidas a la masa. El público lleva décadas coleccionándolas por ver en estas imágenes reflejados sus gustos y creencias. Lo kitsch como reflejo de nuestra identidad. Copias del pasado reinterpretadas y vulgarizadas que no se sorprenden si son empleadas por artistas o empresas actuales con los mismos fines.

Hay artistas cuya obra es total o parcialmente kitsch sin habérselo planteado. Echando la vista atrás destaca el querido Julio Romero de Torres, pero, como hemos podido ver con el ejemplo de la colaboración entre Rosalía y Filip Custic para el disco El Mal Querer, en la actualidad, seguimos rodeados de ellos. Estos artistas no son inferiores desde el punto de vista estético, sino que actúan como viles estetas en búsqueda de un resultado radical que no quede indiferente al espectador. En España, sin lugar a duda, uno de los periodos más escandalosamente kitsch fueron los movidos años ochenta abanderados por artistas internacionalmente conocidos como Pedro Almodóvar o Alaska.
Una de las primeras exposiciones propiamente kitsch se celebró en el año 1981, titulada “El Chochonismo Ilustrado”. En la célebre Galería Vijande (Madrid) se colgó la obra de Costus, pareja artística integrada por Enrique Naya y Juan Carrero con obras como Lola Flores nadando en aguas transparentes.

Caños de meca 5 (1980). Acrílico/Aglomerado. 100 x 122cm.
La pintura sobre Santa Lucía expuesta en la Feria ARCO 87 de Txomin Salazar llamó la atención de críticos y espectadores. La modelo, la actriz Eva Lyberten, mostraba una apariencia punk con cabeza rapaza e imperdibles en las orejas, mientras, portaba en una bandeja de cerámica de Peiró los ojos que le fueron arrancados. En una línea más naif y dulce, Isabel Villar expone un universo personal de bosques y jardines con personajes de la España cañí rodeados de animales salvajes y mitológicos. Por último, el gran retratista de la Movida, Pablo Pérez-Mínguez que abordó la mitología y la religión desde una visión tronchantemente kitsch.

Paseo después de la corrida, 1986. Acrílico sobre lienzo. 160 x 162 cm.

Comments